Día 179º de la pandemia del Covid-19. Continúo asintomático.
Parece que ha llegado la hora de poner punto final a la tregua. El coronavirus
se está quedando de lado y la dinámica social y política que se venía
desperezando de su letargo según se prorrogaban los estados de alarma ya ha
acabado de despertarse totalmente.
Como si hubiese sido la sirena de una fábrica los bocinazos
del otro día han dado paso a la guerra de los medios de comunicación que se han
dividido en dos: informe sí, informe no. Como si en ello estuviese el foco del
conflicto y no lo está, señores, no que no nos desvíen la atención.
La única pregunta que se hace la juez instructora del caso -y que se puede hacer la mayoría de las
personas sensatas- es qué documentos manejó el Gobierno para permitir un día de
completa normalidad social y al día siguiente modificar radicalmente su criterio.
Yo hubiese preferido que el propio Gobierno hubiese
publicado esos informes tan contundentes que cambiaron todo de un día para otro.
Con ello hubiesen certificado su credibilidad. Sin embargo han decidido matar
al mensajero. Mala señal.
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