Día 178º de la pandemia del Covid-19. Continúo
asintomático. De nuevo Sanidad ha mandado al limbo a un buen número de
fallecidos por la pandemia. El domingo se cerró la estadística con 28.752
defunciones mientras que el lunes el total era de 26.834. Una diferencia de
1.918 que mi incredulidad religiosa rechaza que hayan resucitado.
Estamos en un estado de alarma, cierto, pero este tipo de
información sí que despierta una alarma si cabe mucho más grave porque está
manifestando síntomas de un mal casi atávico. De igual manera es reseñable la
destitución del coronel Pérez de los Cobos como mando de la Guardia Civil
cuando sus agentes han enviado informes que dejan en posición delicada a
Fernando Simón por sus responsabilidades en relación a los acontecimientos del
8 de marzo. Esta vez la ausencia de justificación oficial sobre esta medida por
parte del ministro Grande-Marlaska me llena de atávica desconfianza.
Y es que después de tanto confinamiento, después de tantas
precauciones y tantas comparecencias del Gobierno por televisión parece que
todo este entramado empieza, más que evolucionar, a desvanecerse sobre su
propio absurdo dejando al descubierto muchas más miserias que las que se
apreciaban antes a simple vista.
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