La reciente tragedia que ha azotado el
Nepal nos invita a hacer pequeñas reflexiones en voz alta para tratar de
colocar a cada uno en su sitio.
Por un lado este remoto país sirve de
ejemplo para aquellos que basan su futuro en la economía del servil turismo.
Desde que la gente del primer mundo pone a prueba su aburrimiento con retos
extremos, ascender al Everest y montes próximos ha significado una fuente de
ingresos que habrá dado de malcomer a muchos, enriquecido a pocos y no ha
revertido en nada en los servicios locales. Se repite la triste historia para
los pobres
En cambio, mejor parado queda el
gobierno español que en doble frente ha respondido enviando las primeras ayudas
para atender a los damnificados y a su vez ha montado un servicio de
repatriación para los turistas españoles facilitándoles el regreso sin
dilaciones. Algo ha funcionado bien.
¿Y los medios de comunicación?
Encantados con la distorsión informativa: la mayor preocupación se centra en
localizar a esos montañeros españoles desaparecidos... porque los diez mil
muertos y millones de damnificados ni ven nuestra televisión ni compran
nuestros periódicos.
Lo mismo que con el tsunami de 2004. Hay cosas que no
cambian.