Si repasamos por encima la biografía de
Maradona llegamos a la conclusión de que da suficiente juego como para escribir
un guion cinematográfico. Sigue con rigor los cánones exigibles de una historia
de ascendencia y caída anunciada de antemano. Y aunque todavía faltan por
cubrirse varios capítulos más, se intuye que su final no se desviará de esa
línea más propia de la Literatura que de la realidad.
Maradona empezó a vivir en el humilde
barrio de Villa Fiorito y desde allí llegó a dar la mano a jefes de estado y a
viajar con valija diplomática. Se hizo grande en el deporte, el mejor en su
época, pero nunca se escapó del barro. Prometió a su gente que jamás los
abandonaría y así lo hizo. Se los llevó de Buenos Aires a Barcelona y de allí a
Nápoles. Se llevó a su gente y con ellos su miseria.
Fue un lastre al que se negó a
traicionar por pura lealtad a sus orígenes. Despilfarro, vicio y drogas hasta
convertirse en una marioneta de la camorra napolitana. Cuando quiso salir no se
lo perdonaron y lo hundieron.
Hoy deambula entre mito y títere.
Parece que guarda muchos secretos que aprendió a lo largo de su vida.
Seguramente nunca los desvelará por darle una mayor dimensión a su muerte.