Hay gente que no tiene orejas, tiene
antenas parabólicas capaces de captar conversaciones privadas a cientos de
kilómetros a la redonda. No importa que se hable en voz baja, en tono
confidencial o se haga en un lugar herméticamente cerrado, su capacidad de
captación de cualquier onda sonora humana es fabulosa.
Y no solamente sorprenden porque sean
capaces de recoger información de todo tipo, sino que además se complementa
esta labor con otro prodigioso don natural para poder recomponer las palabras y
proceder a su redifusión por todos los círculos conocidos y satisfacer la
curiosidad de sus más allegados.
Su dedicación es absoluta y no dejan
sin airear intimidades ni secretos. Todo lo que llegue a sus oídos es material
susceptible de divulgación. Cierto es que los asuntos más delicados se
presentan con un no se lo digas a nadie,
pero... lo que en su jerga equivale a dar permiso para reenviar.
Bien mirado, también tienen sus
ventajas, pues, cualquier mensaje que queramos poner en conocimiento de mucha
gente, basta con que se lo pasemos y ellos, gentilmente y de forma gratuita, lo
pondrán en circulación con la mayor brevedad posible. Ah, no olvidemos empezar
con un no se lo digas a nadie...