En
el ritual de la muerte las cenizas llaman a las cenizas en un canto
inevitable, cíclico, eterno. La pureza del fuego condensa
en ingrávida materia
gris todos los años de una vida, desde su origen hasta su último
suspiro, y los volatiza hasta
el alma.
Cuando desaparece alguien querido habrá quien crea que le arrancan
una parte del corazón. Habrá quien deje
de sufrir finalmente. Y entre todos siempre habrá quien se resista a
entender el sentido de este
último capítulo de la vida.
No
importa que mi muerte carezca de razón. El día que me falte el
aliento mezclad mis cenizas con el aire y dejad que el
viento me lleve por el mundo,
que deposite por todos los rincones mis últimos recuerdos para que
puedan descansar esparcidos ya sin memoria propia.