Sabido es que los egipcios cedieron
seducidos por la misteriosa belleza de los felinos. El historiador griego
Heródoto llamó Eluro [αἴλουρος] a un gato adorado como divinidad en el Antiguo
Egipto y de él se obtuvo el término para designar esta especie en la lengua
clásica. Surge pues una sencilla etimología que nos permite describir y matizar
mejor la relación que podemos establecer con los gatos.
La elurofilia señala la manifestación de amor y cariño especial por los gatos, algo
practicado por los elurófilos. En el caso de que sea obsesiva y descontrolada la
llamaríamos eluromanía. También están los elurófobos, aquellos que
sienten un rechazo inexplicable contra los gatos, es decir, padecen elurofobia.
La elurosemiótica analiza los códigos de comunicación que tienen los gatos, así como
la eluroetología
trata de su comportamiento. Su carácter misterioso queda recogido en la eluromancia,
o arte de interpretar los mensajes esotéricos que transmiten, aunque también
puede hacer referencia a cualquier tipo de superstición relacionada, como puede
ser la que envuelve a los gatos negros.
Consultada la Real Academia Española, nos ha
confirmado que todos estos términos tienen plena validez en el ámbito
científico-técnico. Podemos decir que forman parte de la elurología, o ciencia dedicada al estudio del gato en general.