viernes, 28 de noviembre de 2014

Ventanas


         Las ventanas nos permiten ver el mundo desde nuestras casas. Un mundo hasta donde alcanza nuestra mirada en sus cuatro direcciones no cardinales: arriba, abajo, izquierda y derecha.

         Cada ventana tiene unas vistas limitadas. Una ventana urbana observa los edificios de en frente y recibe las señales de vida de sus habitantes bajo entrometida curiosidad. Una ventana en el campo muestra un horizonte que mutará con cíclica armonía natural en sus cuatro fases según la estación del año. Todas esas ventanas tienen un inconveniente: son fijas.

         Los ojos son nuestras ventanas móviles. No solo reciben constantemente imágenes que cambian. También nos permiten interrogarlas, cuestionarlas, analizarlas y ordenarlas: aprender. Son ventanas inquietas y vivas. Y así hay que mantenerlas. Todo lo contrario de aquellas que la rutina y la monotonía han fijado una panorámica sin atractivo ni interés. Ojos inmóviles que no diferencian entre los paisajes que se ven desde casa de los que se encuentran por la vida. Son ojos ciegos, son ventanas muertas.

         

martes, 25 de noviembre de 2014

Récords


El deporte de máxima competición encontró en los récords el reclamo necesario para atraer al público neófito e inexperto en las distintas materias. Esta fiebre estadística de marcas, tanto absolutas como relativas, además permite a la prensa en general ilustrar y documentar artículos olvidando así la esencia de la información y la crónica.

Baste con entender un poco de cada materia para descartar la importancia de cualquier récord. Pongamos el caso de las marcas en natación. El campeón de 100 metros libres en Atenas 1896, el húngaro Alfréd Hajós, ganó la prueba con 1 minuto 22 segundos y 2 décimas. Fue el mejor nadador del mundo en aquel momento, si bien hoy con ese tiempo no tendría ninguna opción ni en los Juegos Paralímpicos. Resulta absurdo hacer comparaciones cuando la preparación, las técnicas de entrenamiento y el seguimiento nutricional y médico de los deportistas actualmente se confunden con la ciencia ficción.

Sucede que el deporte de alta competición es un espectáculo que necesita venderse. Se prescinde de una cultura física dedicada a mejorar la salud de la población y se transforma en un escaparate de prendas, utensilios y todo tipo de objetos de consumo con el señuelo de que los utilizan las grandes estrellas poseedoras de los inalcanzables récords, aunque para ello sea necesario incluso montar un circo ficticio a su alrededor. Puro negocio.


sábado, 22 de noviembre de 2014

Deudas


Durante el primer cuarto del s. XIX Honorato de Balzac, gran escritor y pésimo negociante francés, publicó El arte de pagar sus deudas sin gastar un céntimo. En esta obra precapitalista nos presenta un mundo basado en el desequilibrio, caracterizado por un desigual reparto de la riqueza, de las necesidades y de las inquietudes para sobrevivir.

Balzac no pretendía ninguna revolución, pese a lo grotesco de su título, sino dar sentido a una economía que asfixiaba a los emprendedores. Porque la riqueza en poder de unos pocos satisfechos significa el hambre para los demás. Y precisamente las carencias estimulan el ingenio para sobrevivir. Así mediante un sistema de préstamos y deudas se ponen en movimiento los recursos y se provoca forzosamente un reparto más equitativo. Hay una única condición: proteger al deudor, porque si falla jamás se podrá cobrar la deuda.

El mundo moderno sigue dividiéndose en prestamistas y deudores. Pero han roto ese círculo que Balzac defendía. Hoy los bancos desahucian, expropian y embargan a quienes no pueden afrontar los préstamos concedidos. Y lo hacen bien arropados pues saben que el Estado saldará esa deuda a costa de desangrar la indefensa clase media y acrecentar el hambre de los pobres. Aunque todo alcanza su límite.




miércoles, 19 de noviembre de 2014

Hipnosis


        Los científicos no llegan a un acuerdo respecto a la hipnosis. Se dice que hay tantas definiciones como hipnotizadores andan sueltos. Podríamos añadir que algunos siguen unas técnicas aprendidas y otros, por su misma manera de ser acaban hipnotizando a sus presas espontáneamente, sin esfuerzo.

        Existe una tendencia natural a dejarse hipnotizar. Muchas personas se quedan extraviadas mirando el movimiento del mar en una playa o del fuego en una chimenea. También puede ser el tono de voz, la cadencia de una frase o la profundidad de una mirada lo que provoque un estado hipnótico.

Hipnotizan así los grandes seductores en el amor. Saben lo que tienen que decir, saben lo que sus víctimas quieren escuchar. También lo saben los grandes embaucadores de la política, convertidos en guías y libertadores que presentan sus conocimientos como videncias. Una vez hipnotizado el electorado el acceso al poder queda franco y duradero.

Falta saber cuánto tiempo se puede mantener a la gente en un estado de hipnosis inducida. Porque luego, cuando alguien acierte con el típico chasquido de dedos, la hora de despertar y reencontrarse con la realidad puede ser un momento muy duro.


domingo, 16 de noviembre de 2014

Esquinas


Con frecuencia se recurre al camino para representar el transitar de la vida. Somos peregrinos sin un destino concreto caminando hasta que los pasos y no la ruta se detengan.

Pero la vida no se trata exactamente de una carretera larga y sinuosa con un único rumbo porque está llena de sobresaltos, de imprevistos. Prefiero compararla con una calle de una populosa ciudad, con cruces, plazas y esquinas, muchas esquinas donde los giros son verdaderos golpes del destino, recodos de ese laberinto de incógnitas del que se sale solamente tras haber vivido.

En cada esquina espera un reto: continuar en la misma dirección o doblar el sentido de la marcha a izquierda o a derecha. Y tras cada decisión un horizonte nuevo, desconocido, inesperado. Hay quien adelanta por un atajo, también se puede abrir paso hacia una amplia avenida, o igual se enfila hacia un callejón sin salida donde es obligado retroceder.

Y todo por la vía pública, por la que andamos rodeados de gente, siguiendo a quienes tenemos delante y sintiendo los pasos de quienes se acercan por detrás. Una vía pública por la que nos cruzamos con quienes circulan en sentido opuesto. Una vía pública con esquinas, con muchas esquinas por las que más de una vez notamos que vamos solos pese a vernos en medio de un gran gentío.


jueves, 13 de noviembre de 2014

Pizarras


        De pequeños todos sabíamos que cuando el maestro se giraba para escribir en la pizarra era la nuestra. Valía todo: levantarse, quitar la goma o el bolígrafo al compañero, pincharle con la punta del lápiz, pellizcar o dar un codazo, rayar su cuaderno, arrojar una bola de papel o un avión, disparar con el canuto... Cuando el maestro volvía la vista... todos sentados y copiando detenidamente lo que había escrito en la pizarra.

        Era la ley de la pizarra. Todavía está vigente y todos lo sabemos. Está prohibido acusar porque la única autoridad es el maestro. Así es la ley de la pizarra. No es que esté bien, pero está y todos saben a qué atenerse. No quiero ni imaginar qué ocurriría si el maestro se pasase toda la clase de espaldas.

Por desgracia en el mundo de los mayores parece que quien tiene que velar por el orden sí está de espaldas todo el tiempo y no se entera de lo que pasa. Esa impresión nos da nuestro sistema jurídico, lento e ineficaz. Y cuando la gente, ya cansada, acaba denunciando, vemos que solo caen los más tontos, como en el colegio. Y lo peor es que no hay pizarra.



lunes, 10 de noviembre de 2014

Stones


         Un buen día, de esos que hacía mucho tiempo no tenía, hablando de música saltaron las diferencias entre los Rolling y los Stones, porque no son lo mismo, aunque hagan referencia por igual a la mítica banda británica que sobrepasa los cincuenta años sobre los escenarios. Llamarlos de una u otra manera puede significar mucho más que partir su nombre y elegir el primer o el segundo término.

         Es una cuestión generacional y casi social, especialmente en España. No olvidemos que cuando llegaron sus primeros singles, allá por los años sesenta, este tipo de música, sin haber sido específicamente prohibida, desde luego no estaba vista con buenos ojos. Sus primeros seguidores, a los que todavía no etiquetaban como fans, redujeron su nombre por el de los Rolling, recurso más frecuente en la Lengua Española para acortar nombres compuestos.

         Pero en Inglaterra de siempre fueron conocidos como los Stones, siguiendo la tendencia del inglés. Aquellos que viajaron a Londres y entraron en el ambiente musical de la ciudad nos trajeron un actualizado Stones, que sonaba como más correcto y próximo a la banda. Y así surgió la gran diferencia. Entonces los Stones dejaron de lado a los Rolling, considerándolos advenedizos e ignorantes, pese a que más de uno llevase siguiendo al grupo durante todos estos cincuenta años.

         Y la verdad es que importa poco cómo les llames. Lo que vale es saber disfrutar su música.


viernes, 7 de noviembre de 2014

Voces


En cierta ocasión, realizando un test psicológico encontré una pregunta, quizá la única, interesante: ¿Hace usted caso de las voces que escucha? Respondiese lo que respondiese, tanto afirmativa como negativamente, tanto con un siempre, con frecuencia, a veces como nunca, en todos los casos se deducía que sí escuchaba voces.

Debe de ser cierto, según este test y para la Psicología moderna, que todos escuchamos voces interiores, con las que dialogamos, recibimos consejos e incluso órdenes. Debe de ser que todos estamos al borde de una esquizofrenia pandémica y constantemente estamos enredando nuestros pensamientos con esas voces que resuenan por nuestra mente.

Y es que esas voces deambulantes y resbaladizas que recorren nuestras circunvoluciones cerebrales sí existen. Al menos siempre han existido para los escritores, para los poetas y para todo aquel que ha pretendido entender la realidad desde prismas y concepciones diferentes. Y solo unos pocos elegidos han logrado discernir su único pensamiento de esas voces para plasmarlo con acierto en la amplitud del ejercicio literario. Aunque sea a costa de arriesgarse a ser un auténtico esquizofrénico.


martes, 4 de noviembre de 2014

Zorras


         Sabido es que la Asociación de Academias de la Lengua Española  realiza un extraordinario trabajo para el mayor conocimiento de este idioma en todos los aspectos: lingüístico, sociológico, cultural... siendo la confección del Diccionario quizá la obra con mayor divulgación y con mayor atención por parte del público.

         Un buen diccionario debe explicar, que no omitir ni prescribir, todos los términos que una persona podría encontrar en el uso del idioma para facilitar su comprensión. Por definición, un buen diccionario debe reflejar los diferentes significados que una misma voz podría adquirir según qué contextos tanto lingüísticos como extralingüísticos.

         Por tanto, un buen diccionario debe advertir a quien lo consulte que algunas palabras toman connotaciones xenófobas, racistas o machistas según se utilicen. Como es el caso de hombre público (político), golfo (pillo), perro (vago) o fulano (desconocido) en masculino, mientras que en femenino mujer pública, golfa, perra o fulana todas estas acepciones van a parar a la misma actividad. En todos los casos un buen diccionario debe advertir que hay ciertos usos del masculino que no se corresponden de igual manera con el femenino.

         Exigiendo un trato de igualdad, protestan grupos feministas por estas observaciones y tachan la publicación de machista por mantenerlas. Pues neguemos esa diferencia y valgan por igual los dos géneros. De todas formas yo llamo zorros a los hombres astutos, y a las mujeres astutas... astutas. Para qué asumir riesgos innecesarios.


sábado, 1 de noviembre de 2014

Mensajeros


         En la antigüedad era costumbre tratar a los mensajeros según las noticias que anunciaban. En el caso de que trajesen buenas nuevas eran recompensados debidamente. En cambio si el mensaje no era del agrado de los señores, el destino del pobre emisario era la muerte. Nadie tenía en cuenta que se trataba meramente de transmisores de una información que ni provocaban ni dependía de ellos.

         Con el tiempo, podemos comprobar que los mensajeros ya han aprendido la lección y en la actualidad prefieren divulgar aquello que plazca a sus señores para evitar riesgos innecesarios. Los mensajeros modernos son esos periodistas que sirven lealmente a sus amos cuando manipulan las noticias de acuerdo con su perspectiva política, ocultan información o desvían la atención del público. Se han convertido en verdaderos cómplices del engaño. Así no solo no arriesgan sus vidas sino que además se ven copiosamente recompensados.

         Cierto es que también hay periodistas honestos y comprometidos con su función dentro de la sociedad. Gente honrada que antepone la verdad a los intereses de los poderosos. El problema es que a estos buenos periodistas, portadores de noticias nada agradables, les siguen aplicando esa antigua costumbre: matar al mensajero.