Como deslices
se califican aquellos descuidos o pequeños errores que no deberían traer
consecuencias importantes, además de poder ser subsanados con relativa
facilidad.
De todas formas advirtamos que desliz forma parte de ese
grupo de palabras que carecen del sentido de la reciprocidad. Hay que ver con
qué frecuencia cuando se señala un error a alguien se destaca como fallo o
equivocación, tal cual; mientras que si el mismo tropiezo lo realiza uno mismo
es más sencillo explicarlo como un simple desliz.
Por una convivencia equitativa, aceptemos, pues, que
tener un desliz es comprensible y
perdonable. Compartámoslos sin más exigencias. Pero no abusemos de ellos porque,
intrascendentes en sí, los deslices tienen
la capacidad de ser acumulables y, por lo tanto, poco a poco, detalle por
detalle, terminan convirtiéndose en hábitos, malos hábitos. No presentemos los deslices como una justificación. Los
demás acabarían cansándose de nosotros.