Supongo
que cada vez hay menos gente en España que le preocupe la situación del Sahara
Occidental. Las generaciones millennials,
tiktokers y los influidos por los influencers no sabrían ni ubicarlo en el
mapa de África. Sin embargo el Sahara Occidental es en gran parte nuestra
responsabilidad. Quizá sea un mea culpa
histórico que la democracia española nunca supo afrontar y disimuló con un
postureo de tímida reivindicación de los derechos humanos y la autodeterminación
de los pueblos. Es decir, lo que se le negó en su hora y se le niega ahora al
pueblo saharaui.
Nuestro
presidente ha tirado toda esa hipocresía democrática por la borda. Estoy
convencido de que a él le ha obligado la geopolítica del momento, porque hasta ayer
mantenía la línea de apoyar la resolución 690 de la ONU. Ya no; se ha vuelto
realista aceptando la invasión marroquí de un territorio que nunca le
perteneció, porque es la solución más viable. ¡A saber cuál ha sido el
verdadero motivo que le ha forzado este giro histórico!
Recuerdo
cuando visité la embajada clandestina en Madrid del Frente Polisario hace ya
más de 50 años –sí, ya tengo cierta edad-. Aún era territorio bajo la soberanía española y
el pueblo saharaui estaba trabajando para conseguir un referéndum tutelado por
la ONU. Pero lo vendieron a Marruecos a las espaldas de un dictador agonizante.
Lo hizo gente que luego se camufló entre los partidos políticos de la
Transición. Todo el mundo lo sabía, pero nadie lo denunciaba… España escurría
el bulto de su traición resguardándose bajo la resolución 690 de la ONU y así
lo han ido aceptando todos los partidos políticos, también los actuales, desde
VOX hasta Podemos, que nadie se engañe.
En la práctica esta decisión del Sr. Sánchez es una reventa del Sahara a Marruecos,
equiparable a la que se hizo en 1975. Supongo que el Sr. Sánchez habrá evaluado
el coste político de esta decisión… y también el económico, porque el coste
moral, el que de verdad diferencia a unos y a otros, ese, siempre le ha
importado un comino.