Día 186º de la pandemia del Covid-19. Continúo
asintomático. Con lo vivido en esta
pandemia se pueden establecer diversas categorías de mentiras porque hay que
reconocer que estamos asistiendo a una exhibición del tema tanto en variedad
como en profusión. Si dijésemos que salimos a una mentira diaria sería mentir
porque nos quedamos muy cortos.
Nos mintió el Sr. Sánchez cuando solicitó los primeros quince
días de estado de alarma explicando que sería una medida puntual para frenar
los contagios. Lo hizo para no desanimar a la gente, ya que si desde el primer
momento llega anunciar que iban a ser no uno, sino seis los que iba a necesitar
hubiésemos caído en depresión.
También nos mintieron para envolver en una falsa normalidad
general su actividad del 8 de marzo, sabiendo que la luz roja ya no centelleaba
sino que lucía fija y bien fija. Fue una mentira interesada.
Mentir, lo que se dice mentir sobre el número de fallecidos,
eso ya no es mentir, es más bien una burla descarnada. No es que suban o bajen
los números, ni que se les haya bloqueado el contador de fallecidos en España
cuando las comunidades cuentan cerca de una treintena en los dos últimos días. Es que los 27127 muertos
según Sanidad a fecha de hoy es la gran mentira piadosa que ya no consuela a
nadie.
Y nos queda un último tipo de mentira, la de
Grande-Marlaska. Mentira a la que el ministro se aferra para salvar su pellejo
pese a que está rebatida con documento en mano.
Ya no importa que sean para evitar el desánimo popular, ni
por defender intereses partidistas, ni que sean piadosas por evitar dolor o
descaradas para salvarse... son mentiras tras mentiras sobre mentiras y así no nos
puede ir bien.
Sigamos confiando en nuestras autoridades (porque no hay
otras).
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