La elección de un nombre para una disciplina
ofrece resultados más que sugerentes. Las Matemáticas, por ejemplo, pese a desarrollarse
sobre cálculos y operaciones exactas eligieron un sustantivo plural como
referencia a la multitud de campos que aportan al mundo de las Ciencias. En
cambio, la Historia, disciplina humanística, en su singular da cobijo a las
innumerables interpretaciones que el pasado de la humanidad puede provocar
según se maneje la documentación.
Si se hubiese elegido el nombre de Historias hubiese sido mucho más
acertado. Hay tantas Historias como
historiadores. Cada uno nos cuenta una versión y llega a unas conclusiones que
pueden ser frontalmente diferentes pese a recurrir a las mismas fuentes. Aunque
peores son aquellos, verdaderos agentes de la descontextualización, al juzgar
con referentes actuales episodios que se produjeron en otros tiempos.
Así, imbuyendo en pleno desconcierto al
curioso que le gustaría saber, lo que para unos fue una hazaña para otros fue
una tropelía, dependiendo de la ideología del historiador. Con ellos, la
Historia, con mayúscula y en singular, cae en desprestigio y, en verdad, qué
difícil se hace recuperarlo.