Por encima de lo idóneo, lo óptimo y lo
mejor de lo mejor está aquello que ya no se puede mejorar: lo inmejorable.
Podríamos interpretar que detrás de
alcanzar algo inmejorable hay una fuerte satisfacción, una sensación de haber
logrado lo imposible, aunque también un cierto tono de conformismo ya que si
celebramos un acierto cualquiera calificándolo de inmejorable en el fondo
estamos renunciando a buscar otras opciones más adecuadas.
Sea cual fuere el sentido que le demos
a la palabra, la verdad es que se echa de menos un adjetivo que le corresponda como
antónimo directo, ya que estrictamente mejorable,
lo que se puede mejorar, lo es.
Se trata de encontrar un término que
califique aquello que sea tan malo que peor, imposible. Con una sola palabra. Y
ahí el léxico popular se detiene y reconoce que no, que no se encuentra entre
los millones de palabras que componen nuestro idioma un vocablo que designe
aquello que ya no puede empeorar más, dejando abierta la idea de que siempre
existe algo todavía peor.
Será que cuando nos encontramos mal,
basta echar un vistazo por los alrededores y fácilmente encontraremos a otro
que esté peor que nosotros. Y este, a su vez, sin esfuerzo se consolará al ver
a otro peor todavía. Un consuelo... de tontos.
1 comentario:
Calderón dejó está preciosa décima:
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
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