El Ministerio de Cultura español
desembolsó recientemente un importante capital para sufragar la
identificación de los restos mortales de Miguel de Cervantes. Entre
otras justificaciones, además de darle un digno final al más
ilustre autor en Lengua
Española, se expuso que con
ello se atraería a innumerables turistas que aportarán un
beneficio económico para Madrid y España en general.
De esta manera en el fondo se emitía
una llamada para los que veneran reliquias de personajes históricos.
A imitación de casas museo, mausoleos y edificios semejantes, la
tumba de Cervantes deberá atraer a mucha gente, cuya mayoría, casi seguro, no se habrá leído ni El
Quijote ni ninguna de sus
otras inmortales obras.
Son las reliquias un último legado,
eso sí, totalmente vacío de interés salvo para los curiosos.
Porque de Cervantes, como de todos los grandes artistas, lo
importante nunca fueron sus huesos ni su mala vida. Lo más grande
que aportó y que lo elevó a la eternidad fueron sus palabras, sus
textos. Hoy afortunadamente están al alcance de todos, disponibles
en cualquier parte del mundo gracias a la tecnología. Y eso es
prácticamente gratis. Como debe ser.
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