viernes, 28 de agosto de 2015

Principitos


         La inocencia de Le Petit Prince consigue que sus preguntas más sencillas desplacen la lógica pragmática de los adultos para reclamar una interpretación más espiritual de la realidad.

         Son los detalles insignificantes los que guardan el secreto de la existencia, los que rebosan el alma y la defienden del materialismo. Tan solo basta pararse y apaciguar las ansias estimuladas por la ambición y la envidia para abrir la mente a otros estados de ánimo mucho más gratificantes, mucho más reconfortantes y mucho más próximos a nosotros mismos.

         Le Petit Prince no es que aporte alguna novedad a la historia del pensamiento, que no. En casi todas las culturas se hace hincapié en el error de priorizar la materia, las posesiones y el poder ante la naturaleza espiritual de las personas. La obra de Antoine De Saint-Exupéry a través de una tierna ficción, ahí su mérito, nos invita a que todos seamos un poco principitos recuperando nuestra cosmovisión más elemental para volver a entender las cosas como en nuestra infancia ya olvidada.

         Y en efecto, el mundo es menos complicado.

         

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