La Literatura ha personificado
diversos tipos de irresistibles seductores que han mostrado en pocos trazos
cómo las personas sucumben como marionetas ante el amor. Frente a la dolorosa
insatisfacción del Don Juan se
presenta la alegre lujuria del Casanova.
Pasando por alto que el veneciano procede de un texto autobiográfico, tanto uno
como otro ciñen su vida al éxito con las mujeres. No son personajes tan
opuestos como lo parecen por su origen y comportamiento.
Por sus propias características de ficción
Don Juan ha recibido un tratamiento
más extenso y variopinto. Muchos hombres han envidiado a ese personaje capaz de
hacer sucumbir a la mujer más virtuosa hasta su rendición incondicional con tan
solo un gesto o una mirada. Sin embargo, los escritores que versionaron a Don Juan se vieron atraídos por su
diabólico comportamiento que lo llevaba, más allá de su naturaleza, de cazador
a presa de su propia víctima.
Mas lo que en el fondo reviste de realismo
a Don Juan es la relación
establecida entre amor y dolor. Nadie tiene a quien ama y, a su vez, todos ignoran
lo ya alcanzado en un círculo regido por el impasible destino. Ahí es donde
quien sufre el amor de verdad se identifica y por sentencia nunca encuentra
consuelo.
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