Con frecuencia establecemos entre las palabras
caprichosas asociaciones: perdonar no implica olvidar. De ahí que algunos perdonen, pero no olviden, aunque se pueda pensar que tras ese perdón se esconde una
chispa de rencor.
La proximidad de ambos conceptos queda marcada por
los propios hechos. Perdonamos cuando alguien nos hace daño, nos perjudica o
simplemente nos falla. Manifestar nuestro perdón, puro y llano, es una muestra
de que no vamos a tomar represalias ni vamos a exigir ninguna reparación por el
perjuicio provocado. Es una clara predisposición para mantener una convivencia
en armonía.
En cambio olvidar
ya es más complicado. En la memoria se acumula toda la experiencia y el
aprendizaje de la vida. No olvidar
es una cuestión de supervivencia y por ello, sin necesidad de alimentar
rencores ni venganzas, evitar aquellas situaciones o personas que en el pasado
nos perjudicaron resulta muy útil.
Cuando perdonamos no estamos obligados de ninguna
manera a olvidar. Por contra,
desagradecidas son aquellas personas que pese a recibir un excelente trato e
incluso favores, al menor contratiempo lo olvidan
todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario