La amplia, diversa y recurrida capacidad de
observación que la sociedad hace sobre sí misma se recoge en el refranero de la
Lengua Española. No se escapa tema: amores, amistades, familias, oficios,
negocios, clima. Corresponden a máximas, dichos, aforismos o proverbios, según
las culturas.
Mas prescindir de ellos en el discurso figura entre
los numerosos consejos que el Quijote apunta a Sancho, recién nombrado
gobernador de la ínsula Barataria. Señala el hidalgo caballero que por su
brevedad pueden parecer más disparates que sentencias. Sin embargo, a lo largo
del diálogo, su fiel escudero encaja, ensarta y enhila refranes como nadie
pueda igualar.
La palabrería política, desoyendo tan sutil apunte, si
no refranes exactamente, ha acuñado absurdas expresiones vacías de significado
por su desgaste: asuntos de especial relevancia, merecedores de atención prioritaria, con su
correspondiente análisis exhaustivo,
su pertinente paquete de medidas y las líneas de actuación planteadas, para
conseguir, con una posición clara y
contundente, y con especial énfasis,
a la mayor brevedad posible, dar cumplimiento pleno a la voluntad política de todos los ciudadanos
y ciudadanas, en una definitiva
apuesta por el futuro.
Nada de nada.
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