viernes, 4 de octubre de 2013

Laberintos



Girar a un lado, luego girar al otro, recorrer un tramo, detenerse, girar de nuevo y de nuevo girar... llegar al mismo lugar por donde ya habíamos pasado: laberinto.

En más de una ocasión puede asaltar esa sensación. Tratar de cambiar el rumbo de la vida y tras experimentar distintas vicisitudes se acaba teniendo la impresión de que se ha regresado al mismo punto ya vivido. Confundidos en ese laberinto la desesperación entrega la ilusión y acepta la derrota. Como lo hacían los jóvenes sacrificados que terminaban devorados por Minotauro, incapaces de encontrar la salida del mitológico laberinto cretense.

El mismo mito también nos cuenta que Teseo, tras atar en la entrada un cabo de hilo facilitado por Ariadna, encontró al monstruo, le dio muerte y supo salir siguiendo el rastro dejado. Y es que de un laberinto solo se puede escapar cuando el conocimiento sobre los pasos que se dan vienen respaldados por los pasos dados. El equilibrio perfecto entre la reflexión y la acción.

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