Si el cálculo matemático y la observación científica
nos permiten obtener conclusiones, mejorar nuestra eficacia y preparar
respuestas, el ser humano posee otro recurso más difícil de entender y explicar
aunque comparta objetivos comunes con las mismísima ciencia: la intuición.
Más de una vez, tras haber echado cuentas, tras
haber analizado prácticamente todos los factores de una situación, nos ha
surgido el algo me dice… no sé pero no lo veo… y es que la intuición nos señala que hay algún
aspecto importante que se ha escapado del exhaustivo análisis.
Porque la intuición
no es una cualidad rechazable. Es precisamente nuestro mejor procesador de información,
mucho más rápido que el cerebro. Combinando sensaciones y conocimiento considera y evalúa mil veces más datos
que cualquier razonamiento, que siempre se somete a reglas y axiomas predefinidos.
Los prejuicios, los temores, la superstición y
paradójicamente la razón nos llevan a no tener la intuición en cuenta muchas veces. Y olvidamos que detrás de una decisión
intuitiva se encuentra toda nuestra experiencia acumulada. La intuición también merece ser escuchada.
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