A través de los postulados dogmáticos marcamos las
diferencias que separan a los ortodoxos de los heterodoxos. Mientras los
primeros se aferran casi patológicamente a unos principios que reconocen
incuestionables, los otros, tras el epígrafe de la doble lectura del texto,
materializan en su tolerancia contradicciones difícilmente compatibles.
El problema radica en su propia fuente. Todo
dogmatismo se incuba dentro de una ideología o conjunto de enunciados
sincretizados bajo una misma etiqueta, pese a que no compartan necesariamente
ni el mismo contexto ni, por supuesto, el mismo origen. El dogma, por lo tanto,
es una serie acumulada de propuestas y respuestas elevadas a normas y leyes.
El rigor con que se apliquen los intérpretes
dogmáticos les puede llevar a los límites más peligrosos de cualquier
ortodoxia: el radicalismo. En él, y en nombre de sus santos mandamientos, los
ortodoxos pueden mutilar la expresión de toda sociedad. Pero no concedamos
tampoco espacio a la falsa tolerancia del los heterodoxos, porque, aunque
aparentemente se alejen del rigor de los dogmáticos, no olvidemos que siguen
guiándose de esos mismos estímulos ideológicos que, tarde o temprano, generarán
nuevos impulsores de la más radical y reaccionaria ortodoxia.
2 comentarios:
No sé si tras tu reflexión hay un fuerte cuestionamiento de las ideologías que de un modo u otro conducen necesariamente a la ortodoxia excluyente aunque se disfracen de tolerantes. La realidad se vertebra entre trazos de ideologías, restos de ellas o reivindicación potente de las mismas. Pienso en el nacionalismo que es una ideología clarísima. Yo lo vivo y lo padezco en la región (o nación) donde vivo. El que vive dentro de una ideología no es consciente de ello, es lo natural, es como un aire incontaminado donde se siente a gusto, con verdades irrebatibles compartidas con el resto de la tribu, y, por supuesto, no se permite de ningún modo que nadie venga a parodiar o cuestionar seriamente esos postulados compartidos. El que es prisionero o habitante de una ideología como el nacionalismo no lo percibe como tal puesto que vive en la verdad evidente que todo el mundo que comparte dicha ideología puede constatar. Y el que está fuera o es un enemigo o un traidor o un tibio.
Todo dogmatismo materializado en ley se transforma en una pérdida de libertades para el individuo. Da igual que nos refiramos a una religión (como pasa en muchos países islámicos, u ocurrió en la Europa medieval cristiana) o a un sentimiento nacionalista: son igual de perversos. Y no solo reclaman una exaltación de sus cualidades, sino que al (buen) nacionalista, que las cumple, le exigen además que combata al escéptico, al que, como bien dices, tratan de enemigo o traidor. En la entrada de "Fascismo" también se comenta el funcionamiento de los nacionalismos y se hace referencia específica al nacionalismo en Cataluña.
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