viernes, 10 de mayo de 2013

Dogmatismo




A través de los postulados dogmáticos marcamos las diferencias que separan a los ortodoxos de los heterodoxos. Mientras los primeros se aferran casi patológicamente a unos principios que reconocen incuestionables, los otros, tras el epígrafe de la doble lectura del texto, materializan en su tolerancia contradicciones difícilmente compatibles.

El problema radica en su propia fuente. Todo dogmatismo se incuba dentro de una ideología o conjunto de enunciados sincretizados bajo una misma etiqueta, pese a que no compartan necesariamente ni el mismo contexto ni, por supuesto, el mismo origen. El dogma, por lo tanto, es una serie acumulada de propuestas y respuestas elevadas a normas y leyes.

El rigor con que se apliquen los intérpretes dogmáticos les puede llevar a los límites más peligrosos de cualquier ortodoxia: el radicalismo. En él, y en nombre de sus santos mandamientos, los ortodoxos pueden mutilar la expresión de toda sociedad. Pero no concedamos tampoco espacio a la falsa tolerancia del los heterodoxos, porque, aunque aparentemente se alejen del rigor de los dogmáticos, no olvidemos que siguen guiándose de esos mismos estímulos ideológicos que, tarde o temprano, generarán nuevos impulsores de la más radical y reaccionaria ortodoxia.

2 comentarios:

Joselu dijo...

No sé si tras tu reflexión hay un fuerte cuestionamiento de las ideologías que de un modo u otro conducen necesariamente a la ortodoxia excluyente aunque se disfracen de tolerantes. La realidad se vertebra entre trazos de ideologías, restos de ellas o reivindicación potente de las mismas. Pienso en el nacionalismo que es una ideología clarísima. Yo lo vivo y lo padezco en la región (o nación) donde vivo. El que vive dentro de una ideología no es consciente de ello, es lo natural, es como un aire incontaminado donde se siente a gusto, con verdades irrebatibles compartidas con el resto de la tribu, y, por supuesto, no se permite de ningún modo que nadie venga a parodiar o cuestionar seriamente esos postulados compartidos. El que es prisionero o habitante de una ideología como el nacionalismo no lo percibe como tal puesto que vive en la verdad evidente que todo el mundo que comparte dicha ideología puede constatar. Y el que está fuera o es un enemigo o un traidor o un tibio.

Ledesoh dijo...

Todo dogmatismo materializado en ley se transforma en una pérdida de libertades para el individuo. Da igual que nos refiramos a una religión (como pasa en muchos países islámicos, u ocurrió en la Europa medieval cristiana) o a un sentimiento nacionalista: son igual de perversos. Y no solo reclaman una exaltación de sus cualidades, sino que al (buen) nacionalista, que las cumple, le exigen además que combata al escéptico, al que, como bien dices, tratan de enemigo o traidor. En la entrada de "Fascismo" también se comenta el funcionamiento de los nacionalismos y se hace referencia específica al nacionalismo en Cataluña.