Si lo versos de Machado parafraseaban
la vida como un camino indefinido que solo tomaba cuerpo por cada paso andado,
hay quien va más lejos y lleva esta imagen poética a su propia realidad.
De un lado para otro, el trotamundos hace y deshace maletas por
igual. Reside –quizá simplemente toma aliento- por poco tiempo en un lugar y
retoma su camino, en eterna itinerancia, a cualquier otra parte del planeta. Pese
a los años y a las grandes distancias recorridas su equipaje no crece en
volumen, solo en recuerdos. Tras su paso, este trotamundos, conviviendo con tantas culturas y distintas maneras de
pensar, siempre deja una indeleble huella en todas las amistades surgidas en su
caminar, a las que no abandona nunca, porque en un rincón de su corazón les da
el cobijo que su espíritu incansable le permite.
Duele verlo partir de nuevo y sin embargo lo
despedimos con una sonrisa, porque aceptamos que el sentido de su vida es
continuar su rumbo. Nos deja la esperanza de que algún día regresará.
1 comentario:
Hermoso e inspirador. Un reflejo en poesía de una bella realidad. El espíritu del trotamundos.
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