Un dilema
implica en su propia naturaleza forzar una disyuntiva. Cuando se nos presenta
un dilema, solo los optimistas
piensan que tienen que elegir. No. En los dilemas
las divergencias se exponen, se miden y se ejecuta solo una… no hay vuelta que
valga.
Dos propuestas incompatibles entre sí constituyen un
dilema. Dos posibles respuestas
enfrentadas sostienen un dilema.
Nosotros mismos personificamos el desenlace de un dilema surgido en un momento determinado. Porque los hechos se
reconocen por la trascendencia de los dilemas.
Y es que todo avanza a partir de dilemas.
Ante el dilema
no sirve la indecisión, no funciona la duda. El dilema ya va decidido en su planteamiento. La ventaja de todo dilema está en que siempre se acierta,
porque una vez materializada nuestra única opción, automáticamente desaparece
la oportunidad de rectificar.
Los dilemas
no incluyen nunca una segunda oportunidad.
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