viernes, 31 de mayo de 2013

Préstamos




Tomadas de otros idiomas hay palabras que acaban haciéndose un sitio en nuestro vocabulario cotidiano. Lingüísticamente se denominan préstamos. El término escogido, préstamo, no es el más adecuado, ya que muchas veces entran para no ser devueltas jamás. Mejor las podríamos llamar regalos.

Porque en efecto, la convivencia entre lenguas permite esta transmisión léxica que funciona para que los hablantes reorganicen su vocabulario con recursos rápidos, espontáneos y precisos. Dicho de otra manera, los préstamos enriquecen una lengua. De todas formas siempre aparece el recalcitrante conservador que se retuerce entre las páginas del diccionario para recuperar una vocablo que de una forma u otra podría evitar la entrada del préstamo. Y lo que es peor, alardea con ello de proteger el idioma.

Los idiomas no necesitan de esta anacrónica protección. En cambio sí deben estar abiertos para responder mejor a los cambios. Si para ello hacen falta expresiones procedentes de otras lenguas, bienvenidas sean. Porque no es lo mismo pin que insignia, pub que local con música, piercing que perforado… como no lo fueron en su día albañil  y cementero o acequia y reguero.


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