Las leyes que dicen proteger la
propiedad intelectual han demonizado hasta ilegalizar las populares descargas.
Hipócritamente se dictan con la finalidad de defender los derechos de los
autores; pero realmente consiguen pisotear de la manera más autoritaria las
inquietudes culturales de la gente.
Se han intercambiado los papeles.
Antes eran las instituciones oficiales las que facilitaban el acceso a la
cultura de manera gratuita. Las bibliotecas estaban a disposición del público
al que ofrecían cualquier obra en calidad de préstamo. Con el tiempo también organizaron
fonotecas y filmotecas aprovechando las ventajas del CD y del DVD. Entonces el
verdadero propietario de la cultura era también su destinatario.
Hay interesados en que los avances
tecnológicos no favorezcan la difusión de la cultura. Dudo que hayan errado sus
cálculos al permitir el acceso generalizado a la tecnología que permite la
duplicación de una manera sistemática y rápida; quizá se les escapó el control
del recorrido de esas copias.
Por eso, combatiendo la libre
circulación de las obras protegen solamente a los explotadores del sistema,
verdaderos controladores de la producción y divulgación. Porque no hay best-sellers, ni superventas, ni
artistas millonarios sin que ellos lo decidan. Ya va siendo hora de que pierdan
el dominio de ese mercado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario