Hay refranes que deberían
actualizarse porque por mucho que transmitan un saber popular la realidad los
condena al desfase. Como por ejemplo el que se refiere a la avaricia. En vez de
romper el saco hoy podemos denunciar que desfonda a la banca que cobija los
ahorros de la clase media, roba a los humildes y arruina al país entero.
No podemos aceptar justificación
alguna. Ni siquiera una mínima concesión a una naturaleza humana tentada a dar
placer sin límites a su ambición. Estos nuevos poderosos sin escrúpulos se
enriquecen con fabulosas cifras, manejan fortunas incalculables y disfrutan de
un ritmo de vida de espaldas a la ética más elemental. Acaparan tanto que
necesitarían varias vidas para poder disfrutarlo.
No existe cárcel lo suficientemente
justa para ellos porque nadie les reclama los verdaderos daños que provocan. Condenados
-solo los que caen- por engaños y estafas, en cambio, ni devolviendo el dinero
acumulado satisfarían su deuda con la sociedad. Por sus crímenes hoy tenemos
una generación empobrecida y una juventud triste y desilusionada.
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