miércoles, 4 de marzo de 2015

Derechos


        Se sorprendía Pablo Hernández Coronado cuando los miles de espectadores que abarrotaban un estadio se atrevían a protestar airadamente las decisiones del árbitro especialmente porque la gran mayoría de ellos no había leído el reglamento. Aunque el espectáculo deportivo está hecho para entretener, podríamos decir que en él se manifiesta un acto de confirmación vital: no hace falta estudiar para interpretar las leyes a favor.

Y es que vivimos rodeados de gente que tiene muy claro cuáles son sus derechos. No les importa si, por ventura, en primer lugar les corresponden y, en segundo lugar si se los merecen. Al igual que la Justicia defiende la inocencia del acusado mientras no se demuestre su culpabilidad; aquí uno exige gozar de antemano un derecho mientras no se confirme lo contrario.

Debemos distinguir que, en efecto, todo aquello que la dignidad humana lleva implícito es innegociable por naturaleza. Lo que no es aceptable es que haya empresarios que exijan subvenciones enriqueciéndose con negocios fraudulentos, u ONG que reclamen ventajas fiscales sin haber rendido cuentas... así hasta llegar a estudiantes que pese a no aprobar continúen solicitando una beca.

         Primero se acredita y luego se otorga. Todo por orden, señores.


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