Echando un vistazo por los distintos
blogs, así como por los estantes de las pocas librerías que todavía quedan me
encuentro con que las publicaciones de autoayuda arrasan en cantidad y variedad.
Deduzco de ello que existe un amplio
público que demanda este tipo de textos. Estos lectores posiblemente soliciten
una serie de mensajes reclamando al mercado consejos, directrices y propuestas
para poder encarar sus compromisos diarios con solvencia, o al menos, que su
autoestima no se vea excesivamente menoscabada.
Sospecho con ello que la sociedad en
este aspecto ha cambiado, pero no ha avanzado. Las generaciones anteriores no
vivían menos frustradas que las actuales. También necesitaban una ayuda para
poder levantarse y seguir peleando. Entonces el sistema ofrecía una religión
que predicaba la paciencia y la promesa de una recompensa en el más allá.
Compruebo que la sociedad ha dado la
espalda a esa religión, principalmente por la hipocresía de sus representantes
en la Tierra, más que por convicción propia. Por eso no ha encontrado sustituto
para ese mensaje de apoyo y esperanza. Ahora deposita su confianza en los
nuevos gurús de la autoayuda que lanzan frases hechas, aforismos repetitivos y
sentencias absurdas.
Llego a la conclusión de que existe un
gran número de personas que prefieren que le marquen lo que tienen que hacer antes
que decidir por sí mismas y asumir sus responsabilidades.
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