La Cosmología Física explica el origen
del Universo a través de la teoría del big
bang como una magnífica explosión en un único punto donde no se
diferenciaban el espacio del tiempo. Fórmulas matemáticas que calculan la
expansión de nuestro universo observable la respaldan.
El conocimiento también tuvo su punto
de origen en un momento determinado a partir de una eclosión tan fabulosa como
supuestamente tuvo que ser el big bang.
No fue un grandioso estallido sino fue en efecto mucho más complejo porque a
partir de un todo indiferenciado e indefinido en sí surgió el concepto, la
palabra.
No nos referimos solamente a la palabra como
estructura lingüística sostenida por unos fonemas que facilitan su realización
o unos monemas que la categorizan gramaticalmente. Se trata además de la palabra como unidad
del conocimiento que crea, conforma y jerarquiza las divisiones del saber.
Desde entonces el conocimiento no ha dejado de expandirse.
Y la palabra tuvo que ser anterior al big bang, porque sin ella seríamos
incapaces de interpretarlo. Solo así podemos entender el mensaje gnóstico de
Juan 1,1: En el principio existía el
Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. El Verbo, la Palabra
es el principio del saber y del entendimiento.
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