jueves, 10 de julio de 2014

Convicciones


Hay gente que no es que esté totalmente convencida de sus ideas, es que no conoce otras. Se mueve en el límite entre el conocimiento y la fe. Esta gente se agarra a unos principios recibidos que no se ha atrevido a cuestionar y así combatir el vértigo de la duda.

         Erróneamente muchos consideran que las convicciones ideológicas, políticas o religiosas deben mantenerse inmutables como parte sustancial de la personalidad. Ignoran que corren un alto riesgo de acabar automatizándose si recurren a ellas como a un manual de respuestas para toda situación que surja a lo largo de la vida. El grado de firmeza y contundencia con que se apliquen evaluará la fuerza de esas convicciones.

Sin embargo, esa sólida imagen que se ofrece se desmorona ante cualquier dilema que afecte de una manera más o menos próxima. Sencillamente porque todas las convicciones se forman a partir de creencias, opiniones e ideales. No son más que interpretaciones de la realidad que inicialmente ayudan a entenderla y a moverse por ella.

El mérito está en que uno mismo debe saber forjar sus convicciones personales a partir de su experiencia y un espíritu crítico. No hace falta, pues, asimilar las convicciones de otros para transformarlas y defenderlas como propias.

         

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