jueves, 29 de mayo de 2014

Seductores


Ante el capricho aleatorio de Cupido que ensarta corazones al azar está el arte de seducir, donde la iniciativa anida en la propia voluntad del seductor. Entonces hablamos de cazador y presa, de depredador y víctima. Mas afortunadamente muchas veces el desenlace de la batalla por el amor acaba confundiendo quién es cada quién y al final vence el que partía indefenso. Y es que seducir implica peligros.

Toda conquista viene marcada por tres tiempos precisos y muy intensos: primero atracción, consumación después y desaire final. Sorpresa y brevedad. El seductor pasa por la vida como un latigazo invisible del que solo queda la herida y el dolor. Cualquier concesión que dé deja abierta la oportunidad de reacción para la víctima y las consecuencias pueden ser imprevisibles.

Porque por principio el que seduce no ama; colecciona trofeos. Invierte su imaginación exclusivamente en ganar el juego y le atrae el precipicio del riesgo. Sabe que si pierde lo peor no es una derrota, lo peor es entregar incondicionalmente su corazón al vencedor. Entonces rendido y desarmado se da cuenta de que se ha enamorado, justo lo que más temía y trataba de evitar.


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