lunes, 5 de mayo de 2014

Olimpo


         Si para la cultura clásica el monte Olimpo representaba la morada de los dioses, en nuestros tiempos también deberíamos dar un lugar singular donde supuestamente conviviesen los personajes que más han marcado el pensamiento de la sociedad moderna. Quizá el nombre de ese sitio sea lo de menos, porque no forman parte de ninguna teología y, si de ellos hubiese dependido, seguramente hubiesen preferido no traspasar la frontera del mito aquellos que lo hicieron.

         Filósofos como Bertrand Russell, Jean-Paul Sartre; escritores como James Joyce, Gabriel García Márquez; cineastas como Stanley Kubrick, Orson Welles; pintores como Salvador Dalí, Pablo Picasso... y así una serie de influyentes pensadores y creadores todos universales y desde su muerte, todos inmortales.

         Mas resaltemos que la admiración que merecidamente se les puede profesar debe ceñirse a la dimensión artística e intelectual donde destacaron y evitar caer así en la idolatría. No hay que buscarles más allá de sus trabajos y creaciones, ni sería conveniente. Porque, efectivamente, eran seres humanos, especiales, diferentes, pero humanos y como tales, en la mayoría de los casos, mientras impresionaban al mundo con sus obras, compartían una convivencia muy difícil y complicada con quienes le rodeaban. No nos corresponde invadir su intimidad.

 

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