martes, 20 de mayo de 2014

Autógrafos


         Cuando se publica una nueva obra, las editoriales suelen programar una serie de actos para la presentación y divulgación del libro. Generalmente el autor acude a ferias, grandes almacenes y principales librerías para promocionar las ventas y en un gesto complaciente con sus admiradores en cada ejemplar recién adquirido les dedica unas líneas que finalizan con un autógrafo.

         No deja de ser un acto fetichista, ya que en Literatura importan más las palabras que el soporte. Sin embargo, un libro dedicado por el propio autor parece que estreche más su relación con los lectores. Lo mismo podríamos decir de un disco y su músico, de un DVD y el director o actores de una película, de cómic y su dibujante e incluso de una prenda deportiva y un deportista. De todas formas, lo miremos como lo miremos, una vez firmado el objeto se convierte en un fetiche.

         Y entre todos ellos destacan los cazadores de autógrafos. Obsesivos acumuladores de garabatos de famosos los van recogiendo en cuartillas, servilletas, corbatas... donde sea, para después, al ojear sus gráficos tesoros, hacer un repaso de su vida. Resulta absurdo que entre tantos prestigiosos autógrafos sean incapaces de notar que faltan las firmas más importantes, las de sus amigos.


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