sábado, 17 de mayo de 2014

Endofobia


Contrariamente a otras lacras como la xenofobia o el racismo, parece que contra la envidia no se pueda combatir. No en vano, por envidia Caín mató a Abel. Y si ya de por sí el homicidio es execrable, tratándose entre hermanos es abominable. Si pudiésemos establecer algún teorema sobre la envidia, podríamos afirmar que esta aversión se acrecienta de forma directamente proporcional a la proximidad de la persona envidiada y el grado de reconocimiento que disfruta de sus éxitos.

Hay quien concentra su envidia, odio o inquina hacia aquellos que le rodean, a su entorno, sin tener en cuenta que ese mal deseado también le perjudica. Esta endofobia no es más que una prolongación de la baja autoestima del individuo que proyecta de manera obsesiva en los demás y que le revierte de forma autodestructiva.

Para colmo, el endófobo, carente de un mínimo de coherencia, pese a maldecir a sus vecinos y alegrarse de la desgracia de quienes conviven con él, es incapaz de cambiar su lugar de residencia en busca de un mejor ambiente. Posiblemente porque algo le dice que allá donde vaya también cargará con todos sus complejos y con su endofobia.


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