lunes, 26 de mayo de 2014

Neolengua


Si comparamos una lengua con un organismo vivo, el léxico sería rojo como la sangre. Los sustantivos, los verbos y los adjetivos funcionarían de forma parecida a los leucocitos, los eritrocitos y los trombocitos. Con los préstamos de otros idiomas algunos interpretarían la presencia de algún agente invasor, mientras que otros los tomarían por complejos químicos que ayudan a la renovación celular.

El caso es que las palabras tienen una función vital en cualquier lengua, de ellas depende su salud. Así lo entendía el partido en el gobierno que obligaba a actualizar todos los textos conocidos a la neolengua, en la novela de Orwell 1984. La neolengua reducía el vocabulario al mínimo. Era una herramienta más del control total del ciudadano ya que a través del idioma se manipulaban sus recuerdos y sus ideas.

Mal está la salud de nuestro idioma cuando las estadísticas señalan que la mayoría de los jóvenes redactan textos con un porcentaje muy bajo en contenido semántico nocional. Y mucho peor cuando el intercambio de mensajes se circunscribe a exclamaciones, disfemismos, giros coloquiales y emoticonos.

Por ejemplo facebook, donde un comentario como: “Me molesta que haya tanto desaprensivo suelto” se respalda con un “me gusta”, que literalmente quiere decir que “me gusta que estés molesto por eso”. Lo dicho, el triunfo de la neolengua.


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