miércoles, 14 de mayo de 2014

Deportes extremos


La práctica de deportes de riesgo o extremos, así presentados eufemísticamente, ofrece una idea de hasta qué punto llegan aquellos que están aburridos de sí mismos.
Con la excusa de descargar adrenalina por placer funerarias y compañías de seguro se han visto obligadas a adaptar sus servicios. Unas, porque el siniestrado suele acabar en unas condiciones que dificultan mucho su exposición ante los seres queridos, mientras que las otras, han incluido en sus pólizas, con una alta cuota, las posibilidades de responder ante accidentes casi provocados.
No se trata de impedir a nadie que se divierta como quiera. Está en su derecho, como diría cualquier respetuoso ciudadano, mientras no haga daño a nadie. Que remonte en globo hasta la estratosfera, que se lance a cuerpo por el desfiladero más abismal, que se pierda por la caverna más recóndita o que haga cuatro saltos mortales sobre una moto... que se mate como más les guste. Hasta ahí todo es tolerable. El problema empieza cuando se solicita a la policía, a los bomberos o cualquier entidad competente enviar al personal para recuperar los huesos de tan osado deportista. ¿Por qué se tiene que arriesgar la vida para rescatar el cuerpo de quien no respetó la suya?

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