La noción de patria empezó a formar parte de los ideales muy tarde, tan tarde
que solo apareció una vez hubo estados modernos, por mucho que haya falsos
historiadores que traten de encontrarla en los albores de la Edad Media.
Entonces, si se utilizaba el término patria
no derivaba nunca en patriotismo, o
enfermedad del que padece una dependencia ideológica de la patria.
Con la patria, una vez estimulada esta idea en el espíritu del individuo,
se organizaron las guerras más sangrientas y se montaron los genocidios más
vergonzosos. A la llamada de la defensa de la patria, el pueblo olvidaba el hambre y la miseria y todos,
ciudadanos, militares y aristócratas respondían con una sola voz. Patriotas eran y son los que gritaban y
gritan ¡Gibraltar español!, igual que los que dieron su vida por unas Malvinas
argentinas o los que en nombre de un Euskadi libre asesinaron a más de 800
personas entre 1975 y 2010.
Por la patria se heredan las enemistades entre estados, se resaltan las
diferencias y se alzan las fronteras. ¡Estúpidos patriotas! No se dan cuenta de que desde su mismo origen la patria siempre sirvió a los intereses
de unos pocos.
Y mucho cuidado con esos que
actualmente sustituyen patria por
nación. Son lo mismo.
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