El admirable poeta de la Generación del 27, Pedro Salinas, dedicó
un hermoso poema a la luz de unas bombillas, entonces conocidas como bujías. Puntuales
a su cita, igual que amantes, a espaldas de las celosas estrellas inspiraban el
calor de los versos más ardientes. Salinas se mostraba infinitamente agradecido
porque sus bujías le permitían prolongar sus horas de escritura hasta el
amanecer.
Cierto es que también los futuristas idolatraron
las luces artificiales, en especial las de neón, como símbolo de progreso. Y
cierto es que en la actualidad las protestas por todo el mundo contra el cambio
climático también se centran en las bombillas coordinándose apagones generales
en las principales megalópolis del planeta.
Lo que para Salinas fue un símbolo del
amor, hoy es campo de combate donde no casualmente se ha elegido la oscuridad
como expresión formal de un rechazo al futuro. Lamentablemente este
enfrentamiento recupera la lucha donde las luces de la Ilustración lograron
despejar las tinieblas de la ignorancia y la superstición hace varios siglos.
Todo esto plantea serias dudas en las
intenciones e intereses de cada uno. Solo tenemos claro que con la luz apagada
se ve menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario