¡Qué peligro tienen los favores!
Si nos piden un favor nos pueden poner en un
compromiso. Quien viene a nosotros nos otorga la facultad de poder darle
precisamente aquello que le hace falta. ¡Qué mal quedamos si no hacemos ese
favor!
Pero partimos de la base que hacer un favor no es
obligatorio, en cambio agradecerlos sí. Una vez recibido un favor debemos
corresponder y en la primera ocasión devolverlo. Favor por favor. Así forzamos
a que nos agradezcan el gesto y queden en deuda con nosotros. Con ello estamos
generando una espiral progresiva de favores y deudas que se rompe cuando un día
uno no pide sino que acaba exigiendo al otro un favor. Rota la secuencia, rota
la confianza.
Los favores ponen a prueba los límites de las
personas con las que nos relacionamos. Por eso con las verdaderas amistades
nunca se pide nada a cambio, eso no son favores sino pruebas de amistad, y quienes
actúan con prudencia en la medida de lo posible reconocen y evitan los favores
interesados.
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