jueves, 19 de septiembre de 2013

Galletas



         Recuerdo que durante mi etapa de estudiante viví un episodio que condicionaría definitivamente mi relación con la política.

         El profesorado contratado se había declarado en huelga indefinida y aproximándose el final de curso el conflicto no apuntaba ninguna solución. Los estudiantes, reunidos en asamblea permanente dirigida por miembros de los partidos de izquierda entonces ilegales, optaron por ocupar las facultades en señal de apoyo a los docentes y en protesta contra la administración. A fin de sobrellevar el encierro se montaron comisiones que se dedicaban a colectar dinero para costear el alimento de los encerrados, la limpieza del edificio, material de publicidad, etc. Recuerdo que siempre se comía y se cenaba lo mismo: un bocadillo de jamón de York con queso.

         Integraba yo, representante de primer curso, el grupo que se presentó ante el Decano de la Universidad para parlamentar sobre la situación. Cuando salimos de la reunión ya se había hecho el reparto de la comida del mediodía, pero, como vocales del pueblo llano, tuvimos derecho a ser atendidos en el aula-almacén de alimentos.

         Y allí, en medio de tanto discurso político, comprobé que además de los previsibles kilos de pan, jamón de York y queso, se escondían otros alimentos más exquisitos y más caros que nunca entraban en los repartos. Me llamó la atención un paquete de galletas rellenas de chocolate de la marca “Príncipe”. Un buen nombre para los que postulaban una República igualitaria.

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