domingo, 22 de septiembre de 2013

Monólogos



En teatro la acción avanza sostenida por el diálogo. Las frases en boca de los actores van sucediéndose todas rendidas hacia un desenlace que compartirán de igual manera escenario y público. Cuando un autor necesita resaltar los aspectos psicológicos de un personaje o de la propia obra utiliza el monólogo. Se recita en soledad no para oír, sino para ser escuchado.

La vida cotidiana, en cambio, nos reserva una tercera vía bastante curiosa: los monólogos simultáneos, mejor conocidos como diálogo entre sordos, donde cada interlocutor encadena sus frases de manera independiente, pese a que en ocasiones, en un alarde de buena educación, se respete el turno permaneciendo en pausa, más que en silencio.

Es fácil comprobar la poca eficacia que tienen estos monólogos disfrazados de diálogo. El texto es reiterativo, no se aprecia ninguna aproximación entre los interlocutores y, lo que es peor, acabadas las intervenciones estamos en el mismo punto de partida. Toda una pérdida de tiempo.

Dos buenos ejemplos de monólogos paralelos: una pareja mal avenida discutiendo y los debates televisivos entre políticos.

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