martes, 12 de mayo de 2015

Sátrapas


        En la antigua Persia las provincias que componían su territorio recibían el nombre de satrapías. Su administrador era el sátrapa. Gozaba de amplios poderes aunque siempre debía rendir cuentas directamente al emperador.

Según la distancia que separase la satrapía de la capital, Persépolis, estos regentes podían tener una mayor tentación para eludir la presión centralizadora e imponer sus criterios evitando tener que justificar nada. Cierto es que el Imperio Persa, para conservar su unidad contaba también con un importante sistema de funcionarios que supervisaban la gestión de cada sátrapa. Con ello se impedía que pudiesen mandar a su antojo con modales propios de una tiranía.

En los estados actuales las satrapías se han renombrado como autonomías y municipios. Y, repitiéndose la historia, podemos comprobar que hay casos en que sus regidores y alcaldes quieren aprovecharse de esa distancia, ya no en kilómetros, sino económica, para forzar la situación y tratar de escaparse de sus responsabilidades legales. El inconveniente surge cuando el propio estado central desautoriza a quienes deberían ejercer el control sobre estos verdaderos sátrapas autonómicos. Así se hunde un país.


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