domingo, 3 de mayo de 2015

Eternidad


         Un curioso estudio de cierta universidad norteamericana concluía que si el ser humano no se viese afectado por enfermedades ni envejeciese tendría una vida media de unos dos mil años de duración, tiempo calculado en función a la probabilidad de accidentes mortales que un individuo pueda sufrir.

         Con total seguridad, si pudiese, a la mayoría de la gente le gustaría disfrutar de esos 1920 años más que se pierden por culpa de la naturaleza. La duda está en si valdrían la pena ser vividos. Basta con pensar que nuestros órganos no van a manifestar desgaste alguno, que no habrá ni epidemias ni males que nos hagan conocer el dolor... realmente es tentador.

         En ese supuesto, anclados en una edad indefinidamente intermedia, trabajo, ocio y relaciones humanas ocuparían toda nuestra actividad en una eterna noria de situaciones monótonas y repetidas hasta la desesperación. John Boorman trata la inmortalidad en su película Zardof donde una sociedad elitista está regida por una máquina que castiga a quien se suicida harto de su eternidad devolviéndole a la vida.

         Y es que la cuestión no es no morir, sino saber vivir en condiciones. Y para eso no hace falta ser eternos.      


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