viernes, 15 de mayo de 2015

Piscinas


         A menos de una hora de Santiago de Chile, en el complejo turístico de San Alfonso del Mar se encuentra la piscina más grande del mundo. Con más de un kilómetro de larga y 250 millones de litros de agua salada se pueden practicar diversos deportes acuáticos como el windsurf o el buceo. Comparo esta monstruosidad con mi bañera donde no quepo totalmente estirado.

         Herederas de los antiguos baños públicos las actuales piscinas han olvidado su función original: la higiene y la salud. Hoy tenemos las consecuencias del cloro apreciables en esos ojos color rojo-vampiro además de afectar a las vías respiratorias. También están las aportaciones personales. ¡Esos pelos que se enredan entre los dedos! No sabemos ni de quién ni de dónde proceden. Eso si no se comparte la piscina con pequeños que se encargan de elevar la temperatura del agua con sus efluvios. A lo que podemos añadir el intercambio de hongos e infecciones que con toda naturalidad entablan los bañistas. Sin dejar de lado a los bobos que saltan, salpican, nadan de lado...

         Afortunadamente, lejos de ese mundo micro y macrobiológico está mi bañera. Cierro los ojos y siempre salgo nuevo.

         

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