El integrismo religioso se manifiesta de
diversas maneras. No es exclusivo de ningún credo en particular, pese a que se
ponga especial énfasis en denunciarlo si tiene relación con cualquier atentado
terrorista. Existen otras formas de expresar públicamente una interpretación
radical de las creencias religiosas que también presionan sobre la sociedad
porque perviven incrustadas en las costumbres y tradiciones.
El cristianismo celebra las Pascuas a
través de infinidad de ceremonias, rituales y procesiones que pasan, con una
alternancia propia de una crisis ciclotímica, desde la tristeza más profunda
por la pasión y muerte de Jesús hasta la desbordada alegría de su resurrección.
Año tras año. Como si el tiempo no transcurriese y los hechos tuviesen lugar
por primera vez en cada ocasión.
Y no es cuestión de censurar a aquellos
que invitan a reflexionar en profundidad sobre el sentido de la vida, porque es
un ejercicio muy interesante para la mente. Sino que se trata de hacer observar
su integrismo radical a toda esa gente que participa de esas histriónicas
crucifixiones en Filipinas, pasando por los picaos
que se autoflagelan en La Rioja, sin olvidar ese tétrico Vía crucis junto al Coliseo romano dirigido por el mismo Papa en
recuerdo de los mártires cristianos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario