lunes, 27 de abril de 2015

Piedras


        Quien esté libre de pecado que lance la primera piedra. Los Evangelios atestiguan el éxito de esta sentencia tan lapidaria como su contenido salvando la vida de aquella mujer adúltera. A lo largo de los Evangelios se narran milagros, verdaderos retos contra la naturaleza como la conversión del agua en vino, la multiplicación de panes y peces o la resurrección de Lázaro. Nimiedades si lo comparamos con lo de contener a una masa furibunda con tan solo una frase.

Y perdonen que manifieste mi incredulidad porque aquel día no se detuvieron las lapidaciones. Es más con la perspectiva del tiempo tengo la impresión de que han aumentado. Si alguien algún día arrojó una china se le contestó con un guijarro, luego con un adoquín y después con un pedrusco hasta lanzar rocas con catapultas. El descubrimiento de la pólvora las hizo estallar y la fisión nuclear potenció al límite del apocalipsis su capacidad destructiva.

 Hoy se lanzan tantas piedras que tapan el sol para hacernos vivir bajo una penumbra descorazonadora. Cualquiera se siente libre de culpa y legitima su violencia como un mal menor, como si el dolor fuese mesurable. Porque, por mucho que insistan los Evangelios, aquello no fue un milagro, si fue, fue una casualidad.


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