Dentro de las distintas maneras de estudiar
la simetría, la conocida como simetría bilateral goza de mayor
popularidad. Establecido un eje central objetos, elementos o estructuras se
distribuyen con absoluta presición en igual posición, forma y tamaño respecto a
los dos lados de ese eje.
Entendida la simetría como una perfección se convirtió en un ideal inalcanzable.
Leonardo da Vinci ahí nos dejó El hombre
de Vitruvio, un verdadero estudio gráfico de las proporciones de las partes
más importantes del cuerpo humano dibujadas desde una concepción básicamente simétrica de nuestra naturaleza. Era el
reconocimiento de un orden binario definido por una mente superior, la divina.
Ahí, de base, nacía el error de
Leonardo que le llevaba a ignorar la evidencia, porque el cuerpo humano carece
de simetría: ni los ojos, ni los
brazos ni las piernas... ni son iguales ni simétricos
entre sí. Esa obstinada búsqueda de la perfección en la simetría como una manifestación natural nos sirve de ejemplo: las
ideas preconcebidas condicionan nuestra manera de entender la realidad
provocando el equívoco. La simetría
no es la perfección, sino simplemente un concepto formal de la distribución de
los cuerpos.
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