miércoles, 6 de agosto de 2014

Una palabra


La fragilidad del tiempo se saja irremisiblemente con una palabra.

¡Qué fuerza!

Siempre un antes y un después. Y en medio, la eternidad de la palabra.

         Contamos la vida por años y sabemos que la trascendencia se decide por minutos. Son las palabras las que le dan la dimensión al tiempo y entre todas ellas, hay una, solo una, que es capaz de detener el reloj. Esa palabra deseada, pronunciada y escuchada, compartida. Infinita palabra que se siente, no se entiende y alcanza por igual las almas comprometidas.

         Tremenda palabra que se susurra, que duerme el oído y levanta la piel. Palabra que palpita al unísono con el corazón.   
        
Para enamorarse puede bastar un minuto... o menos, una mirada puede ser suficiente... o incluso la fugacidad de un gesto, el calor de un beso. Y siempre en medio una palabra para llenar un universo, para sellar unos labios.


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