domingo, 24 de agosto de 2014

Dolor


         Desde que el ser humano tomó conciencia cósmica, el dolor corporal siempre ha ocupado un lugar estrechamente relacionado con la religión en todas las culturas conocidas. Aparece en los rituales tanto de iniciación como de purificación. En ellos el individuo se somete a pruebas extremas dispuesto a superarlas o aceptarlas. Se le exige resignación e integridad ante adversidades que casi extralimitan lo soportable.

         Para una visión más actual y globalizadora, todas estas manifestaciones carecen de sentido y entran en la lista de perversiones sadomasoquistas producto de mentes más bien enfermas. Nadie tiene que sufrir el dolor pacientemente y ni mucho menos provocarlo con una finalidad expiatoria. En contra de lo que indican los cánones religiosos, el dolor no libera el espíritu.

         Entendido así, sin embargo, no podemos ignorar que en los pueblos orientales la cultura del dolor tiene todavía un fuerte arraigo y forma parte de su manera de entender la vida. Por eso, difícilmente podremos convencerles para que den un trato digno a los animales evitando su sufrimiento, si ni siquiera son capaces de abolir la tortura y la pena de muerte en sus leyes contra los humanos.


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