jueves, 21 de agosto de 2014

Tolerancia


Usualmente se invoca a la tolerancia para aceptar a quienes creen, piensan y actúan de manera diferente a la mayoría. Como si se tratase de hacerles una concesión a pesar de sus circunstancias. Se comete un error de principio. Con eso solo se contiene el enfrentamiento y no de manera definitiva. La tolerancia empieza por admitir que nadie tiene la verdad absoluta y, por lo tanto, todos estamos parcialmente equivocados.

La tolerancia exige siempre una constante autocrítica, una mentalidad abierta y receptiva, un afán de mejorar y un total respeto por aquellos que, aunque discrepen con nuestras ideas, mantengan esa misma disposición tolerante. Esto no quiere decir que bajo la carpa de la tolerancia valga todo. La tolerancia jamás puede convivir con comportamientos intolerantes.

El fundamentalismo, el dogmatismo o el integrismo parten siempre de principios absolutos e inamovibles y, de hecho, practican la intolerancia. Mientras reprimen su rechazo a los diferentes los intolerantes mueven sus bazas. Su primer paso es el sectarismo para después, dependiendo de sus propias posibilidades, pasar a la violencia, tanto verbal como física, e imponer sus principios. Y si las leyes no lo permiten, ellos mismos las crean con una justificación: son los poseedores de la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.


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